Sin pagar por sus crímenes muere el criminal dictador Augusto Pinochet
Domingo, 10 de diciembre.
Por la tarde moría el dictador chileno Augusto Pinochet en un centro hospitalario de Santiago, afectado de una enfermedad cardio-pulmonar por la que fue ingresado hace una semana.
Augusto Pinochet ha sido considerado durante décadas uno de los más sangrientos dictadores que han gobernado en Latinoamérica en el último siglo. Tras su acceso al poder en el año 1973 mediante un golpe de estado en el que derrocó al gobierno más progresista y reformista del continente, detuvo, torturó y asesinó a miles de ciudadanos que formaban parte de la izquierda o del centro izquierda. No dudó en atacar a cualquier persona que hubiese apoyado o estado cerca de Salvador Allende, o que fuera parte de partidos socialistas y comunistas, incluyendo a gente de la cultura de reconocimiento internacional como lo fue Víctor Jara, terriblemente torturado y posteriormente asesinado en el estadio de Santiago de Chile. Este estadio acabó siendo tristemente famoso por haber albergado a un sinnúmero de opositores, ciudadanos y ciudadanas de a pie, que por el mero hecho de querer democracia, libertad y justicia en su país fueron desaparecidos o torturados por los militares.
Aún hoy continúa la búsqueda de numerosos desaparecidos en aquellos años del terror, de los cuales fueron responsables Pinochet y la cúpula militar que lo acompañó a lo largo de su terrible dictadura. Hace unos años se supo que, al igual que en la militar dictadura argentina, numerosos opositores políticos fueron arrojados desde aviones en vuelo sobre el mar, tras ser interrogados y torturados. De estos hechos aún no se ha podido verificar el número exacto de casos tras eludir el dictador desde entonces a la justicia internacional.
En la década de los 90, el juez español Baltasar Garzón inició un procedimiento contra el dictador por medio de los acuerdos internacionales, que pusieron en un brete al gobierno británico que le brindara su apoyo durante el gobierno de Margaret Thatcher, amiga persona del genocida, y que permitió el falseamiento de expedientes que justificaban una grave enfermedad que impedía la extradición de Pinochet. De esta manera el gobierno de Tony Blair le proporcionó una huída para poder volver a su país y eludir a la justicia.
Si bien desde la justicia española se intentó de todas las maneras posibles la detención, interrogatorio y posterior juicio a Pinochet, a fin de poder exclarecer el asesinato de ciudadanos españoles, pero también la muerte y desaparición de ciudadanos chilenos, no fue posible gracias a las acciones del gobierno británico, y el apoyo de Estados Unidos, país que fraguara el golpe de estado en Chile a través de la CIA, y con Kissinger a la cabeza, (como se ha conseguido demostrar recientemente gracias a la desclasificación de papeles oficiales).
Si bien se pudiera pensar que esto pone fin a un proceso inacabado, lo cierto es que gracias a los movimientos diplomáticos y judiciales en este sentido, se consiguió apear de su inmunidad autodecretada en artículos redactados de su mano en la Constitución chilena, que impedían su juicio o el de los militares responsables. No fue el caso del gobierno español de José María Aznar, ni de su entorno, que hicieron todo lo posible y lo imposible para torpedear e impedir desde el Ministerio de Justicia, la Fiscalía General y la diplomacia del Ministerio de Asuntos Exteriores que el Juez Garzón pudiese interrogar y cursar la orden de detención cuando se encontraba desposeído de inmunidad en Gran Bretaña. No obstante, el tiempo dio la razón al Juzgado de dicho titular.
Como quedó en evidencia nada más llegar al aeropuerto de Santiago de Chile, Pinochet apareció restablecido, sin ningún problema para desplazarse por sus propios medios y para intervenir en público, protagonizando así una de las mayores burlas a la justicia chilena e internacional.
Lejos andaba de suponer que en poco tiempo se le acabaría esta inmunidad, al cambiar los gobiernos y acceder la propia justicia de Chile a medios para poder juzgarlo. De esta manera, en las últimas semanas se encontraba en arresto domiciliario, si bien confiado en poder eludir de nuevo cualquier acción contra su persona.
Quiénes han sufrido la barbarie de este criminal y su entorno sentirán cierto descanso, pero también una inconsolable insatisfacción por que este dictador haya eludido la justicia finalmente, llevándose ciertos secretos a la tumba que implicarían a numerosos miembros de la clase militar y aristocrática de Chile que le apoyaron hasta el final.
Quedan por resolver miles de casos, incluidos secuestros, desapariciones, torturas, mutilaciones, persecuciones, exilios y barbaries del género, en los cuales permanecen implicados numerosos compañeros de armas que debieran responder ante la justicia de su país y ante tribunales internacionales por genocidio.
Por la tarde moría el dictador chileno Augusto Pinochet en un centro hospitalario de Santiago, afectado de una enfermedad cardio-pulmonar por la que fue ingresado hace una semana.
Augusto Pinochet ha sido considerado durante décadas uno de los más sangrientos dictadores que han gobernado en Latinoamérica en el último siglo. Tras su acceso al poder en el año 1973 mediante un golpe de estado en el que derrocó al gobierno más progresista y reformista del continente, detuvo, torturó y asesinó a miles de ciudadanos que formaban parte de la izquierda o del centro izquierda. No dudó en atacar a cualquier persona que hubiese apoyado o estado cerca de Salvador Allende, o que fuera parte de partidos socialistas y comunistas, incluyendo a gente de la cultura de reconocimiento internacional como lo fue Víctor Jara, terriblemente torturado y posteriormente asesinado en el estadio de Santiago de Chile. Este estadio acabó siendo tristemente famoso por haber albergado a un sinnúmero de opositores, ciudadanos y ciudadanas de a pie, que por el mero hecho de querer democracia, libertad y justicia en su país fueron desaparecidos o torturados por los militares.
Aún hoy continúa la búsqueda de numerosos desaparecidos en aquellos años del terror, de los cuales fueron responsables Pinochet y la cúpula militar que lo acompañó a lo largo de su terrible dictadura. Hace unos años se supo que, al igual que en la militar dictadura argentina, numerosos opositores políticos fueron arrojados desde aviones en vuelo sobre el mar, tras ser interrogados y torturados. De estos hechos aún no se ha podido verificar el número exacto de casos tras eludir el dictador desde entonces a la justicia internacional.
En la década de los 90, el juez español Baltasar Garzón inició un procedimiento contra el dictador por medio de los acuerdos internacionales, que pusieron en un brete al gobierno británico que le brindara su apoyo durante el gobierno de Margaret Thatcher, amiga persona del genocida, y que permitió el falseamiento de expedientes que justificaban una grave enfermedad que impedía la extradición de Pinochet. De esta manera el gobierno de Tony Blair le proporcionó una huída para poder volver a su país y eludir a la justicia.
Si bien desde la justicia española se intentó de todas las maneras posibles la detención, interrogatorio y posterior juicio a Pinochet, a fin de poder exclarecer el asesinato de ciudadanos españoles, pero también la muerte y desaparición de ciudadanos chilenos, no fue posible gracias a las acciones del gobierno británico, y el apoyo de Estados Unidos, país que fraguara el golpe de estado en Chile a través de la CIA, y con Kissinger a la cabeza, (como se ha conseguido demostrar recientemente gracias a la desclasificación de papeles oficiales).
Si bien se pudiera pensar que esto pone fin a un proceso inacabado, lo cierto es que gracias a los movimientos diplomáticos y judiciales en este sentido, se consiguió apear de su inmunidad autodecretada en artículos redactados de su mano en la Constitución chilena, que impedían su juicio o el de los militares responsables. No fue el caso del gobierno español de José María Aznar, ni de su entorno, que hicieron todo lo posible y lo imposible para torpedear e impedir desde el Ministerio de Justicia, la Fiscalía General y la diplomacia del Ministerio de Asuntos Exteriores que el Juez Garzón pudiese interrogar y cursar la orden de detención cuando se encontraba desposeído de inmunidad en Gran Bretaña. No obstante, el tiempo dio la razón al Juzgado de dicho titular.
Como quedó en evidencia nada más llegar al aeropuerto de Santiago de Chile, Pinochet apareció restablecido, sin ningún problema para desplazarse por sus propios medios y para intervenir en público, protagonizando así una de las mayores burlas a la justicia chilena e internacional.
Lejos andaba de suponer que en poco tiempo se le acabaría esta inmunidad, al cambiar los gobiernos y acceder la propia justicia de Chile a medios para poder juzgarlo. De esta manera, en las últimas semanas se encontraba en arresto domiciliario, si bien confiado en poder eludir de nuevo cualquier acción contra su persona.
Quiénes han sufrido la barbarie de este criminal y su entorno sentirán cierto descanso, pero también una inconsolable insatisfacción por que este dictador haya eludido la justicia finalmente, llevándose ciertos secretos a la tumba que implicarían a numerosos miembros de la clase militar y aristocrática de Chile que le apoyaron hasta el final.
Quedan por resolver miles de casos, incluidos secuestros, desapariciones, torturas, mutilaciones, persecuciones, exilios y barbaries del género, en los cuales permanecen implicados numerosos compañeros de armas que debieran responder ante la justicia de su país y ante tribunales internacionales por genocidio.
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