25 DE MARZO - DIA DEL NIÑO POR NACER - ¿ES EL ABORTO UN DERECHO?

¿ES EL ABORTO UN DERECHO?

El aborto es la interrupción del proceso de gestación de la vida en el seno de una mujer. Es decirle "no" al "nacimiento" de una vida. ¿Tiene derecho la mujer a interrumpir deliberadamente su embarazo e impedir que la naturaleza llegue a su término?

Es común plantear el problema de la libertad diciendo que "la libertad de uno termina donde comienza la de los demás". Dicho de otra manera, "los derechos de un hombre terminan donde comienzan los derechos del otro".
Si este concepto se enraíza en el Amor, que es Dios y en las leyes que de Él derivan parece ser una definición adecuada y el marco más correcto para encarar el tratamiento del derecho a la vida.
En la cuestión del aborto se enfrentan dos derechos reales o presuntos: el de la mujer, a hacer lo que quiera con ese ser que está en sus entrañas, y el del hijo, el derecho a nacer. ¿Es el hijo una "cosa" que pertenece a la madre y de la que puede disponer libremente, o es un ser que tiene identidad propia y el útero es sólo una morada transitoria donde se alimenta y desarrolla?

La vida se inicia en el momento de la fecundación. En el preciso instante en que el gameto masculino y el femenino se encuentran comienza una nueva vida. Desde ahí en adelante todo está computado. La única exigencia de esa vida (en estado embrionario o fetal) es encontrar un ambiente apropiado donde pueda alimentarse y desarrollarse. Desde el momento de la concepción es un ser humano con todos los derechos esenciales a su naturaleza.

La dignidad de un hombre no depende de ninguna variable, ya fuera el grado de evolución, de su magnitud, edad, sexo, salud, raza, color, nacionalidad, religión o condición socio-económica. Los derechos naturales no surgen de esas contingencias sino de su condición humana. Mientras ese ser que vive en las entrañas de su madre tenga vida y el medio en que se desarrolla sea apto para continuar el ciclo de la gestación, interrumpir deliberadamente ese proceso es matar a una vida humana.

Hay quienes (con razón o sin ella), invocando el derecho a la vida, se oponen a que se aplique la pena de muerte a un asesino culpable, pero defienden y promueven una legislación abortiva que convierte al útero en un patíbulo donde se ejecuta a un inocente. Ninguna ley, así fuera aprobada por una mayoría, puede negar el derecho a la vida de un inocente.
Ese embrión o feto humano no puede ser considerado como un tumor, un quiste o una muela enferma del que uno puede desembarazarse sin ningún escrúpulo.
En un aborto se mata a un ser indefenso y, en ese sentido, es mucho más grave que matar a un hombre en una pelea en la que ambos contendientes pueden defenderse.
Abortar deliberadamente equivale a tirar por la borda en un naufragio a los niños para que se salven los adultos. En el aborto se aplica la ley del más fuerte. Es la prepotencia ejercida por los fuertes en perjuicio de los débiles.

En ciertas actitudes humanas hay un contrasentido: por un lado se procura eliminar la mortalidad infantil y por otro se proyecta legalizar el asesinato uterino. Se trata de evitar que un niño muera después de nacer pero se permite matarlo antes de haber nacido. Una ley favorable al aborto implicaría el absurdo de que un niño dos segundos después de nacer posee derechos inviolables y su vida es sagrada, y dos segundos antes carece de esos derechos y su vida puede ser impunemente sacrificada.

Si durante un aborto se pudiera penetrar en el interior del recinto donde se gesta la vida, y ver, sentir, palpar, el drama que ahí se desarrolla, creemos que nadie lo aceptaría. Si fuéramos espectadores sentados en una butaca en el anfiteatro del útero, y presenciáramos (como en un rápido filme) el desarrollo de la vida a partir de la célula inicial, y repentinamente contempláramos, sorprendidos, cómo en un instante se interrumpe torpemente esa maravillosa evolución, un gesto de indignación y de tristeza aparecería en nuestro rostro. Ese momento permanecería inalterable en nuestra memoria durante toda la vida.
Una ley abortista nos dice, sin embargo, que el hombre tiene derecho a interrumpir ese proceso y que esa vida puede ser arrojada como si fuera un vómito o un pus que envenena.

Entre los distintos tipos de aborto, además de los quirúrgicos, se encuentran los químicos y farmacológicos, a base de distintos tipos de píldoras, abortivas o anticonceptivas (que a veces tienen un efecto abortivo, al impedir el implante del embrión, actuando en las primeras horas y días de vida. También existe el provocado por el DIU (Dispositivo Intrauterino) que actúa de modo antiimplantatorio en distintos momentos del desarrollo embrional o fetal.

El aborto es un arma de dos filos que mata al hijo y hiere a la madre. No en vano se puede violentar un proceso tan delicado como el de la gestación sin que se produzcan traumas físicos, psíquicos y morales en quien voluntariamente lo acepta.
La sociedad que le da el visto bueno también se perjudica porque está formando conciencias insensibles frente a la injusticia, incapaces de sufrir por amor: está formando hombres egoístas que abusarán de los débiles. El orden moral se desequilibra desde sus cimientos. Se está obrando contra la naturaleza y ésta no puede ser engañada. Inevitablemente, con el tiempo, se sufrirán las consecuencias, y éstas serán graves porque la naturaleza se cobra intereses usurarios.

Se dice que el aborto es la “liberación” de la mujer. Se nos ocurre que de ser tal, es el hombre quien se “liberaría” de toda responsabilidad en un proceso en el que es copartícipe en su origen. La mujer nunca podrá “liberarse” de su hijo en cualquier grado de desarrollo, antes y después de haber nacido. Una madre está unida con su hijo por un cordón umbilical físico y espiritual, y de este último jamás podrá desembarazarse. La mujer lleva a su hijo nueve meses en el vientre y toda la vida en el corazón. Tanto el “feminismo como el “machismo”, que inducen a la mujer al aborto, jamás podrán comprender esa unión espiritual.

Una legislación favorable al aborto sería una muestra más de la ausencia de Dios en la sociedad contemporánea. Amar es querer y buscar el imperio de la Justicia en el que todos los seres se realicen en plenitud, y el aborto es injusto ya que impide que un ser humano se realice. El Amor lleva a los fuertes a sacrificarse por los débiles, y en el aborto se sacrifica al más débil en beneficio del más fuerte. Ninguna razón de orden personal, familiar, económica, social o política puede invalidar el derecho a la vida de un inocente. Cierto es que cuando una mujer está por dar a luz pueden presentarse verdaderas tragedias que a nadie deseamos y en las que compartimos el dolor de quienes las sufren, pero hay principios que no se pueden vulnerar impunemente. Esos casos son como grietas en la sociedad que con el tiempo se agrandan y por las que se desencadena un alud de males incontenible. El aborto es el primer paso legal para sacrificar seres humanos si así conviene al egoísmo humano. En la lista de espera están, en primer término, los niños nacidos con evidentes anormalidades y, en el último, los ancianos “inservibles". Todo es cuestión de acostumbrarse. Cuando se vulnera el derecho a la vida de un inocente nadie sabe hasta dónde se puede llegar.

El médico ginecólogo Dr. B. Nathanson, autor de miles de abortos, filmó una operación para perfeccionar su técnica. Luego de ver el filme juró no realizar un aborto más. Las reacciones de la criatura de 3 meses lo convencieron de que estaba frente a una persona. (Recordemos que se es persona desde la concepción).
Es posible que alguno de nuestros lectores (por desesperación, ignorancia o egoísmo) haya inducido, ejecutado o aceptado un aborto y se sienta culpable, no lo juzgamos, pero le indicamos el camino que tomó el Dr. Nathanson: arrepiéntase, asimile su culpa y entréguese a Dios. Dios es Amor, permite rehacer nuestras vidas y vivir con alegría y optimismo.
Con los avances científicos presentes en nuestro tiempo suena absurdo que el médico tenga que apelar a la objeción de conciencia para negarse a la práctica de un aborto, sabiendo que se está terminando con la vida más débil e inocente, el niño por nacer.

Así se gesta la vida
Su evolución durante los primeros 90 días


Así se mata a un inocente
"El grito silencioso"



Cabe destacar que el niño recién gestado en la fecundación, a partir de que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, también es eliminado por medio de métodos artificiales anticonceptivos o abortivos (abortos farmacológicos o químicos) con: píldoras anticonceptivas, píldoras abortivas, píldora del día después (conocida como “el pesticida humano”), dispositivos intrauterinos (DIU).
De esta manera se aborta la vida más débil e inocente.

Fuente: NUEVA CRISTIANDAD (Institución Social Católica) www.NuevaCristiandad.com.ar

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Mensaje del Mons. Jorge Luis Lona - Solemnidad de la Anunciación del Señor – 25 de Marzo de 2007.

Día de la Encarnación del Hijo de Dios. Día del Niño por Nacer.
Día del Niño que tiene derecho a la vida, que tiene derecho a nacer.

Cristo pudo haber creado su cuerpo humano de la nada, como un cuerpo plenamente adulto y vigoroso.
Pero eligió ser el Niño Dios, como un Niño por Nacer. Eligió ser concebido en un vientre de mujer, y ser dado a luz por su Madre en un lugar muy pobre. Su vida infantil tuvo que ser preservada de la sentencia de muerte que Herodes dictó contra Él.

El Dios verdadero quiso ser verdadero hombre de ese modo. Quiso ser Jesucristo a partir de la condición frágil e indefensa del ser humano que es concebido como un Niño por Nacer.

Hoy, Herodes se anticipa a Belén, y cada año en todo el mundo millones de niños mueren antes da nacer. Y en muchos casos, mueren antes de poder siquiera anidar en el refugio protector del vientre materno. La "píldora del día después" se encarga de transformar al nido en cámara mortuoria.

En nuestra pobre Patria, la defensa de los fármacos abortivos reúne elementos que ya hemos aprendido a reconocer: protección solapada de intereses económicos, "campañas de opinión" hábilmente sincronizadas, violencia legalizada e impune... Y por supuesto, invocaciones a los derechos humanos que dejan cuidadosamente afuera al Niño por Nacer. En estos tiempos en que se pretende odiar la "exclusión" social, el Niño por Nacer es el "excluido" por excelencia; se lo excluye de la vida fingiendo que todavía no existe. Ni siquiera se le concede el derecho a ser considerado víctima, se lo trata corno a un subproducto sin vida de la moderna farmacología.

Pero no es así. El Niño por Nacer es Cristo, Cristo de nuevo Crucificado, inocente e indefenso. Cristo semejante a todo niño por nacer porque Él quiso ser concebido así, como uno de ellos.

Y quiso nacer como cada uno de nosotros, los que hoy vivimos porque no fuimos excluidos, porque se nos permitió ver la luz del sol, porque se nos concedió el derecho a nacer.
Ese es el destino que Dios quiere, para todo niño por nacer.

25 de marzo de 2007.
+ Mons. Jorge Luis Lona

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